Cuando necesita protección y seguridad, el niño identifica un objeto de transición entre la casa y el mundo para sostenerlo y llevarlo consigo.
¿Cuándo se hace la elección?
La elección, completamente personal, del objeto de transición ocurre aproximadamente cuando el niño comienza con las primeras exploraciones: camina, se mueve en el entorno, busca otros estímulos. En pocas palabras, se separa lentamente de la figura materna porque se siente atraída por el mundo externo y por lo que puede proponerle. Pero en esta exploración hay tanta fascinación, tanta preocupación: de ahí la elección de un "amigo" que, como si fuera su madre, lo acompaña de la mano en sus nuevas aventuras.
Un amigo siempre a su lado
El objeto de transición seguirá al niño en todas las aventuras, encarnará todas sus emociones, reemplazará todo lo que echa de menos, le dará todo lo que necesita porque para el niño es mágico y puede hacer todo, ¡por eso es una fuente de seguridad! Los padres tienen el deber de apoyar esta necesidad, cuidando de su elemento de transición. Por lo general, es un animal o muñeco de peluche, pero también puede ser una almohada o su chupete favorito. El objeto huele a su hogar, a su madre, a calor y seguridad. Esta es la razón por la cual es aconsejable lavarlo poco: de esta manera se garantiza el olor que busca el niño.
¡Siempre juntos, incluso fuera de casa!
La escuela es uno de los entornos más importantes en los que se lleva. Tan pronto como llegue a la escuela, puede suceder que el niño lo abrace durante mucho tiempo, tal y como puede dejarlo de inmediato. Es bueno que el objeto de transición se coloque en una ubicación muy precisa: una canasta en el living, una repisa, un cajón... Una vez que el lugar ha sido identificado y la seguridad ha sido encontrada nuevamente, el niño puede comprometerse con nuevas experiencias y aprender de ellas. Recordemos incluirlo también en nuestra lista de viaje, de esta forma evitaremos experiencias traumáticas durante los viajes en automóvil.
Objeto de transición: cuándo quitarlo
Evitar que el niño traiga consigo lo que le ofrece comodidad psicológica no es funcional para su serenidad. Si los adultos a su alrededor aceptan esta necesidad, comprenderá más fácilmente que es bienvenido y escuchado, incluso en sus momentos de dificultad. Será el niño quien quiera separarse de él, cuando pueda moverse en el entorno con mayor facilidad, aceptando y manejando la ausencia de su madre.